sábado, 14 de noviembre de 2015

Entrando un poco incómoda al recoveco.


Qué maneras más curiosas 
de recordar tiene uno. 
Qué maneras más curiosas: 
hoy recuerdo mariposas 
que ayer sólo fueron humo, 
mariposas, mariposas 
que emergieron de lo oscuro 
bailarinas, silenciosas.

Hay algo de mí que siempre me resultó curioso: cuando empiezo a escribir algo, lo hago sin tener la seguridad de cómo será. Me ha pasado toda la vida: pruebas en la secundaria, parciales en la facultad, mails personales, mails laborales, cartas fraternales, cartas de amor. Recuerdo que una vez, siendo muy chiquita y apenas un tiempo luego de aprender a escribir, quise escribir un libro. Empecé así: sin saber sobre qué iba a ser. Llegué a escribir algunos párrafos. No sé sobre qué ni qué fue de ellos, pero sí tengo la certeza de que abandoné rápido la idea y supe que, para escribir un libro, sí hay que tener muy en claro sobre qué y cómo será.
Casi veinte años después, puedo decir que no escribí un libro, ni se me ocurrió hacerlo. Ni aprendí a tener claridad sobre lo que escribiré, por eso estas líneas no son la excepción. Con los años, fui entendiendo que la claridad va apareciendo con cada palabra, con cada letra escrita. Como si fuese una construcción aquí y ahora conmigo misma. Como todo en la vida, hay construcciones que permiten más creatividad y otras que se construyen como adentro de un corset. En mi caso, y no es casual, me permito ser más creativa con aquello que sé que nadie de mi entorno cotidiano leerá. Las conclusiones sobre esto quedan implícitas (o más que explícitas).

La cuestión es que volví a este espacio, a este recoveco al que pocas veces en estos cinco años me animé a mirar de reojo. Creo que no estaba preparada para darme cuenta de que la vida transcurre de forma violenta a veces. De que la que escribía acá era yo misma, pero a la vez otra. Por eso estoy acá de nuevo, intentando reapropiarme del recoveco. Supongo que la necesidad de reconciliarme con aquella niña inocente y reflexiva esta vez es más fuerte que otras. 

Eso sí, hay algo que no ha cambiado y nos ha conectado durante todo este tiempo: seguir siendo una mujer de ninguna parte.